En una de mis primeras películas como auxiliar de cámara había un maquinista muy mayor, el rodaje era casi todo por la montaña, nos discutimos varias veces por quién cargaba el trípode para subir más arriba de esta montaña, Simò decía que el trípode siempre había sido cosa del maquinista, lo que por supuesto a mi ni se me ocurría poner en duda, yo pensaba que él era muy mayor y quería ayudar, al tiempo que quería y debía demostrar que podía hacer mi trabajo, y él también defendía su puesto de trabajo. Años más tarde me di cuenta que Simò debería haberse jubilado hacía tiempo pero seguramente no tenía una pensión que le permitiera vivir y descansar, y allí estábamos los dos agarrados al trípode defendiendo nuestro sitio.

Susana Cuñado fue la primera mujer en formar parte de un equipo de eléctricos, en Barcelona, en el 86. Yo ya era foquista.
Un día, me encontré a Susana en el camión de eléctricos, con una escoba, barriendo. Me mira y me dice: “¡Alguien tiene que hacerlo!” Yo me reí: “¡Ya!” (Corte a: Susana con un 5k fresnel subiendo la escalera del set donde se está pre-iluminando una escena de la película).
Trabajábamos como uno más. Los equipos con los que hemos trabajado no eran indiferentes a lo que aportábamos, y no me refiero precisamente a barrer el camión. Yo siempre me sentí valorada y estimada por mis compañeros, y estoy segura de que Susana también, porque después las cervezas nos las tomábamos juntos y nos reíamos mucho, éramos muy jóvenes y el cine nos daba una visión del mundo, de la responsabilidad y del compañerismo que amigos de otras profesiones ni siquiera entendían.
Así es como lo vivimos en Barcelona, había un cambio de generación y de mentalidad, y nosotras fuimos parte de la ecuación. El gusanillo del cine nos picó a todos y la inmersión fue total. Hablábamos de cine, de las películas que veíamos, de los guiones, que se leían también los eléctricos… Mariola Cortés entró en Amalgama a organizar y poner orden en el almacén de material eléctrico…. Todo lo vivimos con mucha normalidad. ¿Fue poco? fue el principio. Las que entramos en esta época no teníamos referentes, y esto es lo que quiero reivindicar, que hemos sido referentes sin darnos cuenta y ahora que lo sé, ¡me alegro tantísimo!

En esa época ya estábamos en esta normalización: las mujeres también trabajamos en cine, punto. Así de claro lo teníamos. Nuestra lucha fue bastante individual, no hacíamos bandera, éramos unas llaneras solitarias, pero ahí estábamos, y hemos seguido en la profesión, hemos mantenido el sitio, ¡y el espíritu! Nosotras no tuvimos escuelas de cine de una manera generalizada, la escuela te prepara te identifica como alguien que tiene conocimientos, derechos y sobre todo formas parte de una comunidad. Y esto también es parte del cambio que celebramos. Sin embargo, nuestra entrada en este mundo no tuvo nada que ver con eso, cada una de nosotras accedió desde circunstancias muy distintas. Como dice Patti Smith en una entrevista hablando sobre sus principios: “Todo lo que hacía era una lucha, pero éramos felices luchando”
Las instituciones han colaborado, las medidas de apoyo y las ayudas a nivel estatal están ayudando a cambiar el panorama. A las que ya estábamos más o menos instaladas a veces nos ‘chirria’ todo un poco, estoy segura que muchas comparten mi sentimiento, pero todo lo que está pasando es bueno. Esta discriminación positiva ha abierto las puertas un poco más, pero está claro que la confianza de nuestros colegas hombres es vital para que esto funcione y dejemos de hablar de género y hablemos de profesionales. Comparto las palabras de Agnès Varda: “Nunca me consideré una mujer dirigiendo películas, sino una directora radical que era mujer”. A mí me pasa igual: me vi siempre como una Foquista, y después como una Directora de Fotografía, y esta es la meta, hablar de profesionales y no de género.
Percibo cierta rabia que desemboca en comentarios muy feos de algunos hombres, que en otras épocas considero inimaginables. Quizás a estos hombres les da miedo perder su trabajo porque nos hemos sumado las mujeres -claro, es una cuestión matemática, somos más a repartir, parece obvio, ¿no? La reticencia a la igualdad no tiene mucho sentido en la época en la que vivimos, el mundo camina en esta dirección y las nuevas generaciones, por suerte, viven una realidad- normalidad muy distinta a la que vivimos nosotras.
Esta reticencia disfrazada de víctimas del feminismo… ¿Hola? ¿No se dan cuenta los que se consideran víctimas de lo que dicen?
No quiero terminar sin comentar algo que titularía: ‘El derecho a equivocarse’ Las que nos hemos movido en temas técnicos hemos sido conscientes de que se nos ha observado y criticado, pero hemos dado la talla, hemos trabajado, pero no como cualquiera, hemos dado 12 en una puntuación de 10 por el hecho de que se nos observaba con una lupa bajo a la que no se puso nunca a ningún hombre colega de la misma manera…pero aquí reivindico que también tenemos derecho a equivocarnos, a desenfocar en algún momento, a hacer una película mediocre, ¡anda que no hay películas malas en el cine español!
Acabaría este texto con un deseo, “No quiero que a las mujeres se las valore por cuota, sino porque lo valen”. Lo dijo Vicky Sevilla (la cocinera más joven de España galardonada con la estrella Michelin). Yo también quiero esto, espero que pueda ser verdad y que no ocurra en un futuro demasiado lejano.
